A las 11:49 horas del día 7 de septiembre la zona sur y centro de México fue sacudida por un terremoto, cuya magnitud el Sismológico Nacional registró en 8.2 grados escala de Richter. Oaxaca, Chiapas y Tabasco fueron las entidades con mayores pérdidas, tanto materiales como humanas –98 personas fallecidas, hasta el momento–. Ante este suceso, de inmediato surgieron diversas movilizaciones solidarias para apoyar a quienes resultaron damnificados. Pero migrantes centroamericanos sorprendieron a la opinión pública cuando, por iniciativa propia, rescataron a oaxaqueños que quedaron atrapados entre los escombros.
Los viajeros, provenientes de Guatemala, Honduras, El Salvador y Nicaragua, desde La Bestia, tren que los transporta hacia el sueño americano, observaron el desastre que dejó a su paso el sismo más fuerte documentado en la historia contemporánea de México.
Ernesto Castañeda, coordinador de Hermanos en el Camino, albergue que brinda asistencia humanitaria a individuos centroamericanos e incluso africanos, comentó a Escuelas inteligentes: “50 migrantes desde las 7:30 am. del día 8 de septiembre salieron de nuestro refugio hacia el centro de Ixtepec. De inmediato llevaron a niños, mujeres y adultos mayores al hospital improvisado en Juchitán de Zaragoza.”
Además, los indocumentados junto con Brigada Humanitaria de Paz Marabunta revisaron que tanques de gas butano no presentaran fugas; derribaron paredes a punto del colapso; y consiguieron cinco toneladas de leche para los habitantes del Istmo de Tehuantepec.
Este apoyo centroamericano fue agradecido por la comunidad istmeña, afirmó en entrevista Filiberto Velázquez, integrante de la brigada migrante.
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