En Rusia, ya en la recta final de su mandato, el Presidente Vladimir Putin enfrenta una ola de conflictos tras los cuestionamientos que apuntan a la existencia de supuestas redes de corrupción, y que incluso involucran al primer ministro, Dmitri Medvedev.
El domingo 26 de marzo, centenares de personas fueron detenidas luego de una serie de protestas, que se convocaron por Alexéi Navalny, principal opositor del gobierno del presidente Vladimir Putin, en las ciudades de Moscú, Novosibirsk, Barnaul, Tomsk, Krasnoyarsk, Khabarovsk, Vladivostok, San Petersburgo y otras localidades rusas a decenas de miles de ciudadanos. Las protestas se realizaron pese a las duras sanciones que impone la ley rusa, que la consideraron como “manifestación ilegal”.
Navalny sostiene firmemente que a las fundaciones de Medvedev le han sido transferidos como mínimo 70.000 millones de rublos (cerca de 1.200 millones de dólares) en dinero y propiedades. La jornada nacional de protesta contra la corrupción tuvo como lema “Dimón (diminutivo despectivo de Dmitri) las pagará”, que alude a Medvedev, a quien Navalny acusa de ser el hombre más corrupto de Rusia.
La Unión Europea y Estados Unidos han pedido a Rusia que libere a los opositores, pero el Kremlin ha desestimado sus peticiones.
Tras los eventos sucedidos este fin de semana, es tarea de los analistas y científicos sociales tratar de estructurar la coyuntura que se está manifestando en Rusia, así como de la reacción que podría tomar el Kremlin en los próximos días. Pareciendo, de una manera sistemática, un patrón que se repite tras cien años de haber ocurrido la revolución rusa; claramente en una coyuntura diferente, pero de una manera similarmente radical y de participación social.
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