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Sep 25, 2016 | Cultura y entretenimiento

Hacia la Tierra y la sombra

Hablar de las nuevas formas de explotación laboral resulta aburridísimo y poco sentido en los análisis académicos, en las teorías neoesclavistas y en los lugares herméticos de las ciencias sociales. Encontrar este tema, con la particularidad del Valle del Cauca en Colombia, en una película elaborada a lo largo de diez años, con un cuidado […]

Hablar de las nuevas formas de explotación laboral resulta aburridísimo y poco sentido en los análisis académicos, en las teorías neoesclavistas y en los lugares herméticos de las ciencias sociales. Encontrar este tema, con la particularidad del Valle del Cauca en Colombia, en una película elaborada a lo largo de diez años, con un cuidado de alfarero o escultor es asombroso y profundamente grato para el nuevo cine colombiano.

Acevedo nos cuenta cómo una familia sobrevive la enfermedad, la inquietud de la infancia, la muerte, la ausencia, los regresos y demás sentires por los que se atraviesa en una vida caracterizada por la exclusión, por la pobreza económica y el sometimiento a un sistema indolente pero estructurado de tal forma que perpetua su funcionamiento, es así como se configuran opresores y oprimidos, con las debidas zonas grises que perfeccionan y afianzan la jerarquía. Ubicar el escenario en el que transcurre la historia no sería complicado, podríamos suponer que por cada dos hectáreas de cañaduzales en el Valle hay una de ellas: personajes cuyos servicios se calculan en horas, sin ningún tipo de servicio médico, seguridad social, jubilación y demás; sometidos a condiciones poco salubres, con protección mínima y condenados a la muerte segura a causa de un tumor o infección en su zona pulmonar por el contacto constante con los residuos de la quema de caña.

Sin embargo, encontramos allí un nicho de resistencia en una madre-abuela que se rehúsa a dejar su tierra, a abandonarla a merced del entierro entre ceniza, a marcharse de su territorio construido con el dolor, la fuerza y la constancia que dicha empresa requiere. Vemos el prototipo de campesino que labró su territorio a partir del trabajo diario, de tumbar monte, de cargar ladrillo, de medir, conseguir el cemento y la teja aquí y allá, que se niega rotundamente a abandonarla porque la parió con el impulso de su ser. Es un arraigo inconmensurable y que el director logra plasmar y transmitir certeramente.

Finalmente, podemos observar dos historias de amor paralelas, una marcada por la enfermedad, en la no ahondaremos y otra marcada por el abandono, el rencor y la necesidad de perdón. Dos ancianos que se reconocen en el recuerdo, que enaltecen la tenacidad del que ha transcurrido una vida de sobresaltos y obstáculos: se reencuentran, se pelean, se abrazan y en conclusión se perdonan, porque tras el dolor absurdo que ocasiona la muerte de lo que han dado a luz en conjunto, solo queda la comprensión. Bien recuerda este amor el bambuco de Álvaro Dalmar que “Tu querer fue un cariño como de santo, tibia luz, en las noches de mi extravío, te adoré, y a pesar de quererte tanto, hoy me has enseñado que amor se escribe con llanto.”[1]

 

Véanla (La encuentran en netflix).

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Mundo de sonidos

Cee-Roo artista suizo, también conocido como Cyril Käppeli, es un joven diseñador gráfico y sonoro, guionista, director, camarógrafo, editor, productor, es decir, un filmmaker de 29 años de edad que ha sobresalido en los últimos tres años por su creatividad, su talento y sus múltiples proyectos.

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