Les innocentes o “Cordero de Dios”, por su traducción al español, es un largometraje dirigido por Anne Fontaine quien plasmó en la pantalla grande a través de los ojos de Madeleine Pauliac, enfermera francesa, las violaciones de todo tipo que el ejército rojo, comandado por Stalin, cometieron en Alemania al finalizar la segunda Guerra Mundial.
Aproximadamente 380,000 mujeres y niñas fueron violadas sexualmente en Alemania, sin embargo, Fontaine hizo énfasis en la historia de 25 monjas que también sufrieron de dichos actos, los cuales dejarían embarazadas a cinco de ellas obligándolas a recurrir al aborto o, como última opción, a parir; sin duda, temas tabúes que las obligaron a guardar dicho secreto entre las cuatro paredes de sus conventos.
“Nada de eso sería de importancia mayor si no hubiese sido porque cinco de ellas estaban embarazadas […] La violación como arma de guerra sigue siendo una práctica muy habitual hoy en día, pero a esa violencia parece que no se le da importancia” confesó la directora.
Marcelino Perelló Vals dijo en su programa Sentido Contrario, actualmente cancelado, que considera a la violación como un desmadre estrepitoso y que algunas víctimas pueden salir beneficiadas de dicho abuso por lograr llegar al orgasmo en la copulación. Entonces, viéndolo desde esa “lógica”, aquellas monjas polacas que fueron violadas de 35 a 50 veces al día tuvieron suerte, ¿No? ¿Por qué conformarse con un orgasmo si se tiene la posibilidad de tener más de 30 al día? Si claro, de seguro fue algo placentero …
Además, Perelló también señaló que, si la violación no implicó verga, no se puede considerar como violación más que a la dignidad de la persona, pero “de esas hay de muchos tipos tal cual si te embarraran la cara con mierda de caballo”. Con su postura pareciera que, intencionalmente, considerara la violación de la dignidad humana por abuso sexual como un acto tan absurdo que podría compararse con otra violación, pero por embarrar excremento animal en tu rostro.
El locutor mencionó ciertos juegos sexuales que implican la violencia, violación y prácticas del spanking[1] las cuales buscan el gozo sexual forzado. En esta práctica hay “un acuerdo el cual no hace más que remitir al hecho del placer que conlleva ser forzada, pero también para los hombres”. El sentido de esta última postura ¿Podría concebirse como una excusa para el abuso sexual de un hombre a una mujer? Pues casi nos dice que este también tiene derecho a sentir deleite con una relación o práctica sexual forzada como es “meterle los dedos a una mujer” aún sin su consentimiento y por esto, “no debería ser penado”. Vaya lógica …
El Código Penal Federal estipula en su artículo 265 del título decimoquinto en el capítulo uno que se comete el delito de violación quien por medio de la violencia física o moral realice cópula con persona de cualquier sexo. Entendiendo por cópula, la introducción del miembro viril en el cuerpo de la víctima por vía vaginal, anal u oral, independientemente de su sexo.
Se considerará también como violación y se sancionará con prisión de ocho a veinte años al que introduzca por vía vaginal o anal cualquier elemento o instrumento distinto al miembro viril, por medio de la violencia física o moral, sea cual fuere el sexo del ofendido.
Por supuesto que Perelló no conocía las nuevas correcciones que el código penal tuvo acerca de los hostigamientos o violaciones sexuales cuando expresó imprudentemente su postura ante estas situaciones, pero después de ser despedido de radio UNAM y de la cancelación de su programa; reconoció en sus redes sociales su ignorancia ante esta nueva versión.
Finalmente, ¿Qué importa que si ya tiene conocimiento? Su postura misógina sigue intacta, al final del día si una mujer que “goza del pecado capital”, como diría Perelló, es agredida sexualmente no tendría por qué desgarrarse las vestiduras; no tendría por qué defenderse; no tendría por qué denunciar, pues si a ella le gusta “no tiene por qué hacerse pendeja”.
[1] Término en inglés que se entiende como azotes o nalgadas. Este juego sexual consiste en golpear con la mano o con un objeto los glúteos de nuestra pareja con un fin erótico; es importante que para practicarlo ambas partes deben estar de acuerdo.
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