Edipo Carta a mi madre
Siempre había querido hacer un apunte sobre mi madre, algo así como lo que logro magistralmente Kafka con Carta al Padre, o mejor dicho inspirado por esa lectura, obviamente no tan ríspido ni tan cursi, pero si decir o al menos ver en el papel estas que son las cosas que yo como su hijo llevo siempre en mi corazón agradecido por su gran compañía; como cuando me hacía sentir que no estaba solo en el mundo o cuantas veces me abrazo prodigándome su cariño sin menoscabo de un beso o una palabra amorosa; tan bien sufrí viéndola llorar por nuestro comportamiento o falta de apoyo al no colaborar en los quehaceres de la casa y sin embargo no hubo rencor, ni desdicha ,también lloraba cuando no había lo necesario dentro de los momentos precarios que vivimos de nuestra existencia económica apretadona en varias ocasiones y de mucha tensión para mi pues apenas contaba con pocos años para resistir el bochorno de la necesidad; ella trabajo prácticamente desde que la conocí, llegando a tener dos o hasta tres trabajos por semana y poco a poco fui conociendo las tribulaciones por las que paso, con las injusticias y falta de reconocimiento laboral que no se veía reflejado en sus ganancias.
Sin embargo salimos adelante y con la frente en alto como lo decía, sobresale la memoria al escucharla canta o silbar, por la calle con sus vestidos ampones y de colores lisos, siempre optimista ante la vida, encomendándose a dios y pesimista con la realidad de todos los días, regresaba a casa con dolores en su cuerpo, cuando no era la garganta lo fue y de manera crónica el hígado, y curioso porque cuando se sometió algún análisis clínicos el resultado era negativo, no tenía nada.
Sus decepciones al separarse de mi padre y luchar para sacar adelante a sus hijos fue la pauta que marco su vida, le admiro el hecho de conservar la actitud para no orientarme contra mi papá.
Me enseño además de estas cosas a conservar el hábito del ahorro, a disfrutar de la comida cuando estuvimos solos y a convivir tranquilamente cuando comíamos, sin la violencia y sin pleitos, de buen agrado me ofreció los alimentos, cuando me dispuse noche tras noche para ir a dormir me cubrió con las cobijas suavemente dándome serena un beso magnifico de madre.
Fernando Melesio Viniegra Rodríguez
Otoño , Ciudad de México noviembre 3,2017
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