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Mar 1, 2017 | Política Nacional

De tres letras diferentes: La Constitución de la Ciudad de México

El 31 de enero del presente año fue aprobada y expedida la nueva Constitución de la Ciudad de México. Según el sitio oficial, su promulgación “… será la culminación de una serie de esfuerzos históricos enfocados en concretar su autonomía y la salvaguarda de las libertades ganadas por la sociedad capitalina durante los últimos 20 años.”

El 31 de enero del presente año fue aprobada y expedida la nueva Constitución de la Ciudad de México. Según el sitio oficial, su promulgación “… será la culminación de una serie de esfuerzos históricos enfocados en concretar su autonomía y la salvaguarda de las libertades ganadas por la sociedad capitalina durante los últimos 20 años.” Sin embargo, las expectativas creadas alrededor de la creación de dicho documento han generado una polémica en los medios; una serie de opiniones divididas que vale la pena cuestionarse.

Jesús Silva Herzog Márquez, columnista del periódico Reforma, dedica todo su artículo a una poco argumentada, pero práctica, crítica a la nueva Constitución. Cita el texto en pocas ocasiones, aunque son suficientes para entender el problema que trata de plantear. Ante todo, maneja que es una Constitución que se deshace en halagos, que promulga cosas que no están en competencia de las autoridades capitalinas y que se trata de un texto repetitivo, desordenado y con una gran cantidad de declaraciones inservibles.

En cambio, Rafael Cardona, del periódico Crónica, abunda más a fondo en el tema que se trata. Su análisis, a diferencia de Jesús Silva, trae consigo gran cantidad de citas del documento para darle al lector una visión más acorde con sus palabras.

Lo primero que destaca su artículo es el preámbulo de la Constitución, escrito en náhuatl, adornado después con palabras como “hazañas”, “sufrimiento”, “creadores”, “soberanía”, para continuar con la mención de su grandeza y de libertad.

Si bien el final de la nota es algo flojo, puede rescatarse parte de la idea que deja al aire con los últimos párrafos citados. El desarrollo sustentable nunca había sonado tan bien en un documento oficial, mucho menos escrito al lado de cosas como salario y educación. ¿Hasta qué punto es viable? El mismo Rafael Cardona lo responde crudamente: “Todo eso me parece muy bien, pero esa armonía con la naturaleza… ¿cómo se logra si hemos destruido la naturaleza misma en el erial de cemento de una ciudad salvaje?”

Hasta este punto, los dos artículos no son tan diferentes. Uno habla de la incapacidad de cumplimiento de las autoridades y el otro de imposibilidades más generales. Ambos creen que es un texto cursi, halagador, que no dice nada aunque repite todo. Tal vez la diferencia más notoria entre sus escritos sea que uno se concentra en aquellos halagos que el otro pretende saltarse al buscar los puntos importantes dentro del documento.

En cambio, Roberto Blancarte, escritor de un artículo en el periódico Milenio con el mismo tema, tiene una idea sobre el la Constitución que dista mucho de las opiniones recién vistas. No sólo asegura que la promulgación de este escrito ha sido un gran acierto por parte de las autoridades capitalinas, sino que, además, destaca que en el documento están plasmadas muchas de las aspiraciones de los ciudadanos que desean vivir en un país con libertades para todos, independientemente de la ideología o convicciones religiosas que posea cada individuo.

Después de ello, indica que la Ciudad de México es una de las más liberares y secularizadas del país. A continuación proporciona una serie de porcentajes que demuestran su punto, y finaliza su publicación alegando que lo más difícil es hacerla realidad.

Un curioso cambio de perspectiva, bastante contrastante. La visión pesimista del par de autores anteriores queda un momento en segundo plano al tiempo de leer el artículo de Blancarte. La Constitución, para él, es un faro orientador, algo que la gente deseaba escuchar, que parecía necesario para que en la Ciudad de México siguiera construyéndose ese camino a la moral que hasta ahora se mantiene lejos de nuestro alcance. ¿Acaso ese documento es una especie de comienzo?

No, no lo es.

Lo que sí, es una Constitución que de alguna manera busca identificar al mexicano con un pueblo que ya no es. Se deshace en halagos, inventa historias. Plasma el sentir del mexicano y lo reduce a la capital, al centro, como si en todos lados fuera exactamente lo mismo y la Ciudad de México no fuera más que un México más pequeño, concreto y fácil de manejar.

Tal vez lo primero que uno debe recordar es que, ante todo, la Constitución de la Ciudad de México no es otra cosa que un documento de carácter jurídico, con sus respectivas leyes y normas establecidas, hechas para cumplirse y para que ese cumplimiento se vigile. Si las “cursilerías” ponen a la población de buen humor, si habla sobre temas que ya se han tocado otras veces a nivel nacional, son cosas que deben considerarse en segundo plano.

La polaridad entre los textos mostrados ayuda a ver que los objetivos no son claros, que la historia de la promulgación de esta Constitución no parece llevar todo su peso en los artículos dentro de ella. Que parece algo necesario, pero poco claro; esperanzador, pero imposible de aplicar.

Una meta poco concreta, fantasiosa, que requiere de un cambio ideológico para realizarse, no jurídico; no una Constitución.

Referencias:

– Jesús Silva-Herzog Márquez. (2017). La Constitución de la ciudad. 09/02/17, de REFORMA Sitio web: http://www.reforma.com/aplicacioneslibre/editoriales/editorial.aspx?id=106543&md5=432eea44bcc42865d1bb29865902dde7&ta=0dfdbac11765226904c16cb9ad1b2efe&lcmd5=6eb238a6d5347594a95a568b8ee1983e

– Rafael Cardona. (2017). Detalles constitucionales de la CDMX. 16/02/17, de CRÓNICA Sitio web: http://www.cronica.com.mx/notas/2017/1009227.html

– Roberto Blancarte. (2017). La ciudad más liberal del país. 16/02/17, de MILENIO Sitio web: http://www.milenio.com/firmas/roberto_blancarte_perdon_pero/constitucion-cd_mexico-alejandro_encinas_18_898890162.html

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