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Apuntes cotidianos de un desmemoriado

Estás por subrayar un apartado profundamente interesante que viste en El Laberinto de la Soledad, llevaste junto al libro un bolígrafo, como siempre, para señalar algún fragmento que llame tu atención. Suspendes la lectura, buscas en tus costados, desordenas el escritorio, observas bajo los papeles, miras el suelo por si se ha caído y no […]

Estás por subrayar un apartado profundamente interesante que viste en El Laberinto de la Soledad, llevaste junto al libro un bolígrafo, como siempre, para señalar algún fragmento que llame tu atención. Suspendes la lectura, buscas en tus costados, desordenas el escritorio, observas bajo los papeles, miras el suelo por si se ha caído y no lo encuentras. Retomas el hilo narrativo, arrugando la punta de la página (que lo odias) para no olvidar el apartado, cuando finalizas la lectura y estás en tu cama a punto de dormir, notas que algo te molesta alrededor de la cabeza. Era el bolígrafo que estaba puesto sobre tu oreja, lugar donde se supone que no lo perderías.

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Acabas de terminar una jornada larga de trabajo y llevas tu cansancio sobre el rostro, te diriges a tomar el bus hacia tu casa, como cada día. Hay muchas personas alrededor, muchas voces, uno que otro radio anunciando almacenes, ofertas y eventos. Autómata entre la multitud te ubicas en el lugar donde día tras día tomas tu transporte, te subes, sientes un poco de comodidad porque no hay música estruendosa y emprendes la marcha. Te pierdes en tus pensamientos, cuando regresas al bus, a la avenida y a la tarde sosa, no ves nada similar a la ruta que lleva hacia tu casa. Te subiste en el bus equivocado, uno que tiene una ruta diferente entre los mil que te dejan en tu hogar.

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Es el cumpleaños de Camila, se reúnen en su casa todos tus amigos que desde hacía ya mucho tiempo no se encontraban. Se abrazan, se ponen al día en historias, datos curiosos y embarazos foráneos. Aura menciona las posibilidades de su viaje a Alemania, Daniela nos cuenta cómo ha logrado dejar poco a poco su alcoholismo desenfrenado, Luis nos alardea de su matrimonio perfecto y tú atinas a hacer una reflexión sobre lo tedioso, insoportable y tremendamente absurdo de los funerales: los trajes acartonados, las lágrimas ficticias y las flores que atraen moscos. Una mirada pesa con furia sobre ti, es Lucía que hace apenas dos semanas se despedía de su tía favorita. 

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Mundo de sonidos

Cee-Roo artista suizo, también conocido como Cyril Käppeli, es un joven diseñador gráfico y sonoro, guionista, director, camarógrafo, editor, productor, es decir, un filmmaker de 29 años de edad que ha sobresalido en los últimos tres años por su creatividad, su talento y sus múltiples proyectos.

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