Cohen no le hubiera comprado un Mercedes benz, él, brillante, le escribió Chelsea Hotel: “I remenber you well in the Chelsea Hotel, you were famous, your heart was a legend.” Ayer, noche fría, con la literalidad expresada en abrigo y ansia de hogar, muere Leonard Cohen…
El cantautor canadiense, nacido el 21 de septiembre de 1934, se caracterizaba por sus letras sentidas, profundas y llenas de metáforas cuidadosamente elaboradas. Su vida cargaba con la señal del perdedor perpetuo, de la sensibilidad que se te pega a la existencia y se hace una contigo, él, crítico, diciente, sincero, escribía desde las tinieblas del sentido, desde lo oscuro que te dice lo más precioso en canciones y melodías aparentemente simples.
Fue ganador de la trigésimo primera edición del Premio Príncipe de Asturias, reconocimiento a su carrera como poeta, poco visitada, como la de Bob Dylan a quien felicitó por su nobel de literatura. Publicó libros como: The Spice Box of Earth, The Favourite Game, Flowers for Hitler, Beautiful Losers. Su carrera musical, ha sido destacada desde un sinfín de formas, ha participado en bandas sonoras de películas como Natural Born Killers (donde afortunadamente lo conocí con: Waiting for the Miracle), Exotica, entre otras; ha sido el cancionero de los inestables, los sensibles, algunos artistas, vagabundos, silenciosos y de muchos poetas.
Ahora queda el silencio detenido y maravilloso de sus canciones, sin él, pero, a su vez, impregnadas de él. Su música es producto de un no sé qué, que no sabremos, ¡enhorabuena!, nunca, como lo mencionó él: “Si supiera de dónde vienen las buenas canciones, iría allí más seguido. Es una condición misteriosa. Se parece mucho a la vida de las monjas. Estás casado con un misterio.” Canciones que seguirán siendo banda sonora de muchos.
Ahora, tu corazón también es leyenda Leonard Cohen.